domingo, 3 de abril de 2011

A véspera

Admiror, paries, te non cecidisse ruinis qui tot
sciptorum taedia sustineas (Oh parede, admira-me
que sustentes tantas bobagens sem desmoronar).
A fuerza de explotar a los esclavos y robarse dinero público, hubo auge en los negocios. Así los ricos se volvieron más ricos, mientras los pobres redoblaban su hambre y su miseria.

La ciudad desbordó sus antiguos límites, perdió sus rasgos originales, fue reconstruida según los lineamientos del imperio. También el habla se corrompió con los hablantes.

Y el lujo entró como la hiedra en muchas partes. Combatieron el tedio con la droga. Nos legaron imágenes de sus actos sexuales como extraño presentimiento de su fragilidad.

Y entre robos y asesinatos dondequiera, el terror extendió su dominio. Miedo en la alcoba y pánico en la calle. Furias y penas. Sobre todo odio proliferante. Porque el bien camina pero el Mal corre (y no se sacia nunca).

Todo esto sucedió en Pompeya, la víspera del estallido del Vesubio.

(José Emilio Pacheco)